Pocos lugares en España respiran tanto amor por el vino y la buena vida como Aranda de Duero. La capital de la Ribera del Duero burgalesa no solo es famosa por sus tintos de fama mundial, sino también por su ambiente acogedor, su historia subterránea y su cocina tradicional.
Un plan perfecto comienza con una visita guiada a las bodegas subterráneas. Bajo las calles de Aranda se extiende un laberinto de galerías excavadas entre los siglos XII y XVIII, donde el vino madura en silencio. Caminar por estos túneles, escuchar las historias de los bodegueros y catar un buen tinto directamente de la barrica es una experiencia mágica.
Después, nada mejor que una comida de lechazo asado en horno de leña, el plato estrella de la zona. Restaurantes como El Lagar de Isilla o Casa Florencio ofrecen versiones memorables que combinan tradición y mimo en cada bocado.
Y para terminar el día, pasea por el centro histórico, visita la imponente Iglesia de Santa María la Real y, si aún te queda energía, sube a alguno de los miradores cercanos para contemplar los viñedos teñidos de dorado al atardecer.
Extra tip: Si puedes, planifica tu visita para coincidir con la Fiesta de la Vendimia, una celebración que transforma Aranda en un auténtico festival de sabores, música y tradición.